Los garbanzos son una de las legumbres más populares en España. En León, como en muchas otras partes del país, son el elemento principal del cocido. En el resto de Europa no son tan famosos, quizás por los efectos que tienen sobre nuestro organismo horas después de haberlos comido, a pesar de que cada vez aparecen nuevas teorías para acabar con los gases producidos por las legumbres como la de cocinarlos con un poco de orégano, en la que no tengo mucha confianza. Lo digo por experiencia.
Además de los platos tradicionales españoles también es el ingrediente principal del humus árabe y forma parte de la gastronomía de otros países mediterráneos como Grecia.
El garbanzo, originario del mediterráneo, desde donde se extendió a Oriente y al resto del mundo, como muchas legumbres, es uno de esos alimentos que tradicionalmente se comía donde no había otra cosa. Y como casi siempre, ahora son los de mejor calidad. Y lo mejor, no es necesario comerlos en cocido con chorizo, carnes, tocinos, etc. O por lo menos, no siempre.
Los garbanzos son ricos en proteínas. Esta es la tabla nutritiva por cada 100 gramos: proteínas (20,4 gr.), lípidos (5 gr.), calorías (335), hidratos de carbono (55 gr.), fibra (15 gr.), fósforo (375 mg.), magnesio (160 mg.), potasio (800 mg.) y sodio (30 mg.). También es rico en ácido oléico, un ácido graso beneficioso para los vasos sanguíneos, lo que ayuda a evitar posibles problemas cardiovasculares. ¿Quién nos lo iba a decir?
Hay que tener en cuenta que los garbanzos, sin embargo, no cuentan con todos los aminoácidos de las proteínas necesarios para el organismo, como vimos en una entrada anterior, y por eso se recomiendo comer conjuntamente con otros alimentos.